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Hoy se publica el debut de Psilicon Flesh remasterizado, con extras y en edición de lujo, por primera vez en vinilo

De un incuestionable mérito creativo, el debut de los pioneros en mezclar rock, hardcore, trash metal y funk tiene además un extraordinario valor documental de la efervescencia del Madrid alternativo de los 90

Con motivo de 30 aniversario de Psilicon Flesh, Subterfuge Records reedita su primer álbum por primera vez en vinilo y la formación original reaparece para celebrarlo en directo el 25 de octubre en la sala Cientocero de Valladolid y el  7 de noviembre en la Sala Nazca de Madrid.

Una edición de lujo completamente remasterizada, con dos temas extra y un artwork totalmente rediseñado para la ocasión con un libreto exclusivo de 26 páginas, repleto de fotografías, memorabilia y todas las letras de las canciones incluyendo un código de descarga gratuita de 10 canciones inéditas entre maquetas y directos.

Ya a la venta en Subterfuge Shop.

Juanlu, Tate, Matías y Rafa, la formación original de la banda, vuelven a agruparse con motivo del 30 aniversario del debut de Psilicon Flesh.

La trayectoria descrita por Psilicon Flesh a lo largo de su errática existencia –1992 a 1999– estuvo marcada por un buen surtido de inestabilidades. Pero entre su fundación y finales de 1994, arco temporal que recoge esta reedición de su primer disco homónimo, el cuarteto formado por Rafa Jaramillo (voz), Tate Cascajero (bajo), Juanlu Blanco (batería) y Matías Coulon (guitarra) solo respondía ante el estímulo de su propio arrebato.

En apenas 18 meses, el grupo madrileño vivió con una intensidad vedada a la mayoría de sus coetáneos: My Criminal Psycholovers, Santa Fe, unos Hamlet recién abducidos por Pantera. Eran tiempos de fragor en nuestra trinchera independiente, pero lo suyo fue lo nunca visto. Con cuatro bolos mal contaos en su haber ya estaban llenando el santuario alternativo de la sala Revólver, trabajando con uno de los sellos que más pitaba en los subterráneos de la capital o ampliando la tropa de fieles con su directo caníbal. Un año después, ganaron el certamen rockero más prestigioso del país, el Villa de Bilbao, en su facción de sonidos duros.

La cosa iba tan rápido, tan a toda hostia, que a los seis meses de empezar con los ensayos ya estaban bajando las escaleras del estudio Rock Soul –un escueto sótano en el corazón de Malasaña– para grabar su primer trabajo, auspiciado por Subterfuge. El sello de Carlos Galán y Gema del Valle atesoraba cierto recorrido desde su fanzinerosa fundación en junio de 1989, pero su modus operandi era netamente underground, con todo lo bueno y lo malo que esto pueda conllevar.

“Psilicon Flesh” fue el primer doce pulgadas –recopilatorios y compartidos aparte– publicado por Subterfuge. Y si nos atenemos a lo estrictamente genérico, también fue una demostración de la apertura estilística que iba a caracterizar al sello en años sucesivos, porque Psilicon Flesh no era un grupo de punk o garage. En su pubescente genoma sonoro dominaban el rock clásico, el hardcore y el thrash, con el funk como elemento recesivo. No debe extrañar, por tanto, que la producción de su primer vástago disquero se encomendara a Jesús Arispont, el J Al-Andalus de los por entonces pimpantes Def Con Dos. El bajista hispalense había pulsado las cuatro cuerdas en discos de crossover sureño –Pata Negra o Arrajatabla– y formado parte de toda una institución del rock sevillano como Dogo y Los Mercenarios, y asumió el reto de comandar la grabación de cuatro chavales que flipaban por igual con Pink Floyd y The Beatles –ahí está esa iconoclasta versión de “Good Morning, Good Morning»– que con The Cure, Faith No More, Alice In Chains, Jane’s Addiction o Metallica.

Con los hermanos Carlos Torero y Ricardo del Castillo como ingenieros de sonido, Psilicon Flesh registró las seis canciones que dan forma a su primer miniálbum en una semana, en marzo de 1993. Y con el disco ya en la calle, en mayo de ese mismo año, continuó su febril devenir en la furgoneta del inefable Vicente “Lechugo” Fortúnez, road manager devoto que condujo para ellos por secundarias y autovías en tiempos ajenos a cualquier certificación ISO.

Como la mezcla de aquel primer disco de sencilla y potente portada –obra de Pablo de la Cruz, con fotos de Javier Delgado– no les convencía, decidieron remozarla a posteriori y lo reeditaron en formato CD en 1994 con un par de canciones más –“Blank” y “The Evil Dead”– que también recoge esta nueva reimpresión de 30 aniversario, en la que vas a encontrar los temas que engrosaron los singles “Something to Bleed For” (1993) y “Crawl” (1994).

Todo ello convenientemente remasterizado para la ocasión y dispuesto en una secuencia nueva, a la que se suma el material descargable con que completan la celebración: las demos que trabajaron antes de pasar por Rock Soul, directos de la época e incluso una versión primigenia de “Mr. Soulless Man”, canción que terminaría en su primer álbum propiamente dicho, “Prime”, publicado por Liquid en 1996.

De incuestionable mérito creativo –la euforia funk de “Something to Bleed For”, ese hit a lo Living Colour que es “Godhell”, el arreón thrashcore de “The Evil Dead” o la postración acústica de “Blank” aproximándose a Jerry Cantrell–, este primer ciclo compositivo de Psilicon Flesh también tiene un estimable valor documental.

En su ámbar analógico-digital descansa no solo parte del sonido de un tiempo y lugar –la efervescencia del Madrid alternativo a principios de los noventa, con la entelequia de la Movida ya en modo no-muerto–, sino también el rastro de la vehemente actitud que esgrimían muchos músicos noveles repartidos por todo el país: la convicción que otorga el saber qué era lo que no querían y por qué aros no estaban dispuestos a pasar.

Puede que algunos tocaran solo regular y que otros se limitaran a remedar a sus modelos con escasa fortuna –no en el caso de Psilicon Flesh, estamos ante un grupo con carácter–, pero en ese talante anidaba también una forma de ser con los demás y una manera de estar en el mundo.